Apellidos, ilusiones y sensaciones

Ayer 22 de junio, finalizo para mi hija una triste historia de veinticuatro años de antigüedad. Por fin, después de tanto tiempo, Sandra se siente orgullosa de llevar mis apellidos, de ser mi hija mas allá del sentimiento personal. Es civilmente mi hija, con los pronunciamientos legales, con sus apellidos en su DNI, y todas esas cosas, que quizás al resto de los mortales nos parezcan algo no trascendental o incluso liviano.

Al principio hubo nervios, pues después de tanto tiempo, parecía que su madre presentaría batalla, ya que en la primera etapa de la acción judicial así nos lo hizo saber. El resultado, costes elevados de letrados, procuradores e incluso la realización de una estúpida y cara prueba de paternidad.

Al final, la dureza de una situación, que pese a los malos rollos que podamos tener los participantes en esta película, frente a la madre de Sandra, nos pareció, dura, y nos dejo cierto mal rollo en nuestros corazones.

Sentados juntos en un banco frente al magistrado, sin mirarnos, escuchamos los alegatos de las defensas y de mi letrado. Las diferencia, directa y cruel, estaba en que sus dos hijos, estaban junto a mi, sus dos hijos, ni la saludaron, sus dos hijos ni se despidieron.

No había nada de amor, y si quizás mas de un reproche interno, para quien había cuidado de sus hijos, para quien había traído al mundo a sus hijos.

Unos salimos llenos de felicidad, pletóricos de sensaciones tanto tiempo angostadas, mientras otros, recibieron de la vida, la congoja y el sollozo, la angustia de una soledad merecida.

Pensé que me alegraría, pues meses atrás, fue ella quien rió, sabiendo que hacia daño con su actitud, sabiendo que no tenia razón de ser, pero no. Sentí una profunda tristeza, por quien en mi imberbe juventud, compartió conmigo algo más que sexo.

Un recuerdo, para mi madre, quien nunca pudo ver, la escena de un padre con su hija, en la armonía y el calor, que nos concede el amor que nos tenemos, el respeto y la profunda amistad que nos profesamos.

Como siempre, terminare diciendo: “Solo faltas tu María”

169 días sin ver a mi hija.
169 días de abogados intentando conciliar el problema.
169 días con abogados de la otra intentando acusarme infructuosamente
169 días de tristeza para mi hija y para mi

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