La verdadera historia de Amrod Luacuteinwë y Idril Tasardur

Esta no es una historia cualquiera, sino la única y verdadera historia de Amrod e Idril. Una historia de elfos y hadas, diferente a las demás.

Todas las historias de elfos, y otros seres de las tierras de Feanorland nos susurran épicas historias, misteriosas alianzas, y oscuros momentos de las épocas en las que vivieron sus protagonistas, ni de imposibles amores de elfos con mujeres mortales.

Nuestra historia, no tiene grandes batallas, ni en ella se describen terribles acontecimientos. Solo habla, de un amor imposible.

Era el tiempo de la edad de la luz. Un tiempo donde las tierras pobladas de Feanorland gozaban de una paz temporal, donde los hombres habían olvidado la existencia de los moradores de la naturaleza, y vivían en lúgubres lugares, llenos de falsas luces, rodeados de ruidos atronadores, lejos de los bosques. Habían abandonado los rituales de la madre tierra.

Idril

Idril, era una hermosa hada de tierra. Dulce y armoniosa, llena de inquietudes, sensual y apasionada, como ninguna hada de cuya existencia hallamos tenido noticia en cantos, baladas o cuentos transmitidos a lo largo de nuestras generaciones.

Vivía en el bosque de Tasartir, apartada de las otras hadas. Le gustaba jugar en la floresta, soñadora, sonriente. Tras su sonrisa se ocultaba un pasado atormentado, un amor no correspondido, un presente ausente, y futuro incierto, solitario.

La luna era su compañera de infortunios, y ella le escuchaba noche tras noche. Le susurraba sus lamentos, y le contaba su más íntimos deseos, que perdidos se quedaban en el aire que lejos se los llevaba.

Tal era la angustia que de sus labios brotaba, que Euro, dios de los vientos del Este, llevo mas allá de estas tierras, todas las historias que la luna escucho, e incluso aquellas que no entendió.

Idril

Lejos, muy lejos, en las tierras del este, aquellas que los elfos llamaban Akraleuka, vivía apartado Amrod, un elfo desterrado de Ljösalfheim, lejos de su mundo, cansado de una vida que el no decidió vivir, de una estirpe que no quiso para si. —de todos es sabido, que los elfos de la luz, enamoran a bellas mujeres, en un amor imposible que la final las abate en las tinieblas oscuras del amor elfico—

Su mundo cohabitaba, junto a las aguas que tanto le complacían, se abandonaba a los placeres humanos que tampoco le gustaban, y su vida discurría con inciertos momentos, alejado de lo único que amaba.

Poco a poco, su cuerpo se abandonaba a los placeres humanos, mientras perdía cada día su inmortal belleza élfica. Cohabitaba tanto con los mortales, que su mundo se alejaba, y el que le tocaba vivir, tampoco le gustaba.

Un día, cercano a los idus de marzo, mientras buscaba respuestas a preguntas muchas veces repetidas, siendo las estrellas las únicas luces que su noche iluminaban, escuchó los lamentos que Euro le acercaba, mientras Ishtar, le mostraba imágenes del cuerpo que gemía esas voces mas allá de las montañas del oeste, formando hermosas figuras con las estrellas del firmamento.

Las voces, las imágenes, que eran mas fuertes a cada instante, turbaron a Amrod de tal forma, que abandono su displicencia, y comenzó a sentir el calor en su interior. Los suyos le habían robado el placer de sentir, de amar, y en cierta manera, eran los causantes de tan penoso estado.

Noche tras noche, día tras días, escucho al viento, observo las imágenes que Ishtar le mostraba jugando a su antojo con las estrellas. De mientras, sus pensamientos se tornaron agolpados, y en el broto lo mas difícil del alma humana. Su cuerpo se lleno de pasión, de deseos largamente olvidados en la noche de sus tiempos.

Pero en su interior, renacía un sentimiento que tiempo atrás le llevo a ser expulsado de su pueblo, vestigio de su dual naturaleza, pues Amrod, era hijo de Elfo y mujer humana, a quien Freyr, rey de los Elfos de Ljösalfheim, había permitido en matrimonio con Elros Luacuteinwë, pues su hermosa belleza y su dulzura le habían cautivado.
Así pues, mientras se preparaban los Fastos del Dragón, en la tierras de Tasartir, Amrod comenzó su marcha hacia las tierras del oeste, siguiendo el abrazo que todas las noches le llegaba de la manos de Euro.

Fueron días de largo caminar, por las tierras bajas de Calafalas, llenas de extraños humanos, que hablaban lenguas extrañas, muy poco amigos de los seres de la noche, y por sus tierras secas y yermas, sin bosques ni ríos, donde poder refugiarse durante el largo camino.

Poco a poco, pasaron los duros días de duro caminar, y cuando comenzaron a ser más fuertes y más claros los lamentos ahogados que Euro le acercaba, ante su mirada aparecieron las altas y nevadas tierra de Tasartir.

Su animo mejoró, al verse rodeado de bosques y abundante agua, que le recordaba su olvidada tierra natal, Ljösalfheim. Fue entonces cuando conoció a Ellyllon, la hermana de Gwyllion, el hada protectora que vivía en los bosques cercanos, moviéndose de aquí para alla, con el alma en pena tras la muerte de su hermana, cuya historia sin duda conocereis, por lo que no la contaremos aquí.

Compañera de viaje, durante varias jornadas, aplaco el alma atormentada que arrastraba Amrod tras de si, primero por su pasado, y en menor tormento, por la angustia que Euro le producía con cada lamento que a él llevaba. Aprovecho el tiempo, conociendo a nuestro elfo, escrutando su pensamiento, adentrándose en su alma, con preguntas, juegos y adivinanzas, que formaron parte del camino.

Cuando estuvo a punto de alcanzar el bosque Lindar Tarsatir, hogar de Idril, Ellyllon le advirtió:

— Te encontrarás con un vartalfer o elfo oscuro de las tierras de Tarsartir, conocido por Elros, cuyo maleficio es la causa de los lamentos que persigues. No desdeñes su poder, pues tiempo a tras, fue corrompido por el amor de una mujer, y sus fuerzas son para ti desconocidas. Es el quien, ha robado el alma de Idril, y quien vigila cada instante que nadie se acerque a ella, que nadie la libere de su angustioso tormento. — le dijo Ellyllon — Ella no puede verle, no le recuerda, pues la poción que le dio a beber, le hizo olvidar y le robo la posibilidad de sentir su sola presencia.

A partir de ese momento, Amrod quedo solo en aquel bosque, buscando al ser que tan desgarrador lamento turbaba sus sentidos. Paso los días descansando, y en la noches, despertaba acariciando al viento, buscando el lamento, hasta que un buen día vio una luz blanca que destacaba entre las flores y los pastos de una verde pradera, que a su frente se mostraba.

Allí estaba, jugando entre las flores, con un grupo de extrañas criaturas que él no conocía y ni tan siquiera había oído hablar de ellas. Por su aspecto, parecían duendes, pero sus risas, sus voces, y su forma de comportarse los hacían diferentes a todos cuantos había conocido.

La luz de la luna, en todo su esplendor, iluminaba el hermoso cuerpo de Idril, con cabellos que brillaban en destellos dorados procurados al movimiento de un viento juguetón. Su rostro era hermoso, su cuerpo grácil, de movimientos acompasados. Y su risa… su risa era un canto que compañaba el arrullo de las aguas cristalinas de aquel río que bañaba con sus aguas el bosque de Tarsartir.

Embelesado se quedo de su belleza, observándola en sus juegos y sus risas, sin sentir el tiempo pasar. Sus angustias, aquellos rencores que le habían robado el corazón quedaron eclipsados por el momento. El tiempo parecía no existir, y de su interior surgió un calido sonido. Era su corazón, cuyo latido se agolpaba, que pediendo con fuerza de nuevo un sitio en la vida de Amrod.

Dragon

Tán embelesado que no vio ni sintió la llegada de Elros, el elfo negro, montado a lomos de un dragón azabache, hasta que el olor a azufre que sus llamas despedián sus fauces, azuzo sus sentidos.

Fue entonces cuando le vio a él, acercarse a Idril pero si llegar a tocarla. Extrañas palabras pronuncio en un elfico que él no conocía que sugirieron espectrales sonido bajo el manto de la Luna: Idril no pareciera que fuera consciente de la presencia de Elros, pero tras las palabras angustiosas que retumbaron por el valle, repetidas por las copas de los árboles que allí se encontraban, comenzó la transformación de aquella hermosa hada.

Su rostro perdió el semblante dulce que la acompañaba, las extrañas criaturas huyeron de su lado, y quedo sumida en un estado de trance, lleno de erráticos y difíciles movimientos, de los cuales surgía el terrible lamento que todos esos días le habían estado acompañando desde que los escuchará en sus lejanas tierras de Akraleuka.

Quiso acercarse, pero a él llegaron las palabras de advertencia que le lanzará Ellyllon, y se apodero de el una extraña sensación que le lleno de un amarga cobardía.

Durante toda la noche, no fue capaz de dar un solo paso. No supo que hacer, y el lamento de Idril, fue el castigo de su cobardía, pues hubo de escucharlo hasta que los primeros luces comenzaron a despuntar el alba del nuevo día.

En ese momento, ceso la angustia, y el día dio paso al mundo de los humanos, mientras Amrod busco un lugar para descansar entre las piedras de aquel bosque para el desconocido.

Sintiose azorado, molesto por su extraño comportamiento. Jamas él, había sido un cobarde, y fue por su arrogancia y atrevimiento, que fuera castigado por Freyr en el lugar de su nacimiento. Miles de pensamientos brotaban en su mente castigada, sin dar descanso a su cansado cuerpo. Duro fue el castigo que tuvo que soportar por tan fatal felonia.

El cansancio, el dolor, fueron venciendo el día, y finalmente pudo conciliar el sueño, entre la angustia de sus pensamientos.

Como el día sucede a la noche, la noche llega con las últimas luces del crepúsculo, y siendo aquella noche el equinocio de primavera, la luna llena apareció de entre la altas montañas. Fue entonces, cuando los primeros haces de su luz acariciaron su cuerpo, cuando despertó.

Las risas de Idril fueron sus primeros sonidos, y recordó lo ocurrido en el día anterior. En su interior se forjaron sentimientos humanos, de rabia y odio, que tanto tiempo había acumulado, y la razón le abandono. Algo de él, estaba muriendo a cada paso, y el lo sabía. Cada instante que transcurria en nuestra historía, su negra y mortal alma humana ganaba la batalla.

Se acerco a la pradera siguiendo la estela de risas que el viento le acercaba, y volvió a ver a Idril, feliz, jugando con aquellas criaturas que tan desconocidas le resultaban.
Amrod, estaba resuelto a luchar con Elros. Así que, se aposto cerca del arroyo, sin que ella ni sus acompañantes pudieran verle, y espero la llegada de su enemigo.

Una vez mas, la turbadora imagen de Idril le alejo de los malos pensamientos. Sus cabellos de plata acariciaban el viento, su piel blanca iluminada por la luna, le turbaron nuevamente, olvidándose por completo de sus anteriores pensamientos. La llama del deseo azuzo aun más su crueles y duros pensamientos. Su ego se encendió, dando paso al odio visceral.

Deominos en la mente

Pero una vez más el olor a azufre, le devolvió a la cruda realidad y espero a que Elros descendiera de su alado dragón azabache, y comenzará a pasear en torno a su hermosa hada.

¿Como osáis actuar así con esa bella hada? — grito Amrod olvidando todo cuanto Ellyllon le advertiera— Marcharos de aquí, no volváis nunca más, y puede que os perdone la miserable vida que vivís.

Elros, se giro sobre si mismo, y observo a su enemigo. De su misma especie, aunque distinto a lo que él conocía, y adivino su dual naturaleza, mitad elfo, mitad hombre.
¿A caso pretendéis el corazón de mi hada? — gitó Elros — ¿quien sois, extranjero en estas tierras? ¿Como osáis irrumpir mis acciones, en la tierra que yo dominio?
Mi nombre, es Amrod Luacuteinwë, —altivo y humano comenzó a hablar Amrod— hijo de Elros Luacuteinwë y de Gwendoline, la mujer humana, nacido en las tierras de Ljösalfheim. Y esta es mi espada, Kronoër, cuyo filo probareis si no obedecéis cuanto os he ordenado, pues no es licito vuestro cruel comportamiento, que deshonra de nuestra leyes y costumbres.

Ninguna palabra más resonó en aquel remanso de paz, que pronto se convirtió en campo de batalla, donde el ronroneo de las grullas, la cantar de las aguas, y el coro de las hojas, dio paso a la crueldad que habita en los seres de nuestra tierra, sean elfos, duendes, enanos, orcos o humanos.

La noche se ilumino con los destellos de los mágicos metales de sus elficas espadas, se rodeo del crispar tañido de sus mandobles, y la violencia reino en el valle.
La pelea no fue justa, pues el cuerpo cansado de Amrod, mitad elfo, mitad hombre, fue sucumbiendo a los embistes de Elros, fuerte, cruel, hasta que la final, de un fuerte mandoble, a nuestro amigo dejo sin sentido.

La crueldad de Elros, detuvo la espada antes de segar la vida de Amrod, y dio paso a un echo insólito. Elros, se detuvo ante los dos, y comenzo un viejo cántico elfico, que piedra o papel alguno recuerdan haber sido escritos con sus letras.

— Yag, hassel dig elf nagrram. Höel hissel dag gäach durum.

De la noche surgieron desgarradores aullidos, del bosque los vientos quebraron cientos de ramas y árboles enteros, y de las montañas, aludes de piedras descendieron hacia el valle, y la luna desaparecio entre negros nubarrones.

Convertida en fría piedra quedo Idril, y Amrod, fue despojado de su naturaleza élfica, quedando desnudo junto a su hada.

Al despuntar el día, los rayos del sol, golpearon su dolorido rostro, y su cuerpo se quejo amargamente de los golpes recibidos. Noto su desnudez y sintió vergüenza. Sintió sed, y hubo de beber del rio para calmar sus humanos deseos. Allí vio por primera vez su rostro, su aspecto y comprendió por fin, que es lo que les había pasado.

Sus orejas, ya no eran puntiagudas. Sus cabellos, se habián vuelto lacios, su cuerpo no era tan fuerte y esbelto, su rostro no era dulce y armonioso, y el recuerdo del combate en su piel, dejaba vislumbrar marcas que no conoció en otros combates. Había perdido su naturaleza élfica. Ahora, simplemente era un hombre.

Giro la cabeza, y vio a su hada, convertida en una piedra y en ese momento descubrio que habían sido victimas de un poderoso encantamiento, un antiguo castigo élfico para aquellos que osaban enamorarse de una hada, que de desde épocas antiguas y remotas con la noche de los tiempos, nadie había vuelto a utilizar.

Un grito ahogado recorrido su garganta, y recorrió el valle. Entre las piedras se refugio, a los arboles se encaramo, y ni los torrentes, ni los tañidos de campanas humanas, ni el mundanal rudio, pudieron apagar el dolor que acompaño a todos los habitantes de Lindar Tarsatir.

Los humanos corrieron a la búsqueda del origen de tan aterrador sonido, y en su lugar encontraron, la piedra que ahora era Idril, que nadie del lugar recordaba hubiera existido antes de aquella terrible noche de extraños y terribles aullidos.

Pasaron los días, y la nueva condición de humano de Amrod, le hizo sentir aun más el dolor de su perdida, y el odio no dejo de abrazarle. Pero por más que esperaba, no llegaba para él la noche en que viera su mortal enemigo.

Por lo general, los humanos no vemos a los seres de la noche aunque estén a nuestro lado, pero no me preguntéis como, noches después, agotado, desesperado, recibió en sus sueños un mensaje de Ellyllon.

— ¿Es fuego la pasión? ¿Puede haber amor en el hielo? — le surruró al oído en sus sueños Ellyllon.

Amrod no entendía nada, su deseperación iba en aumento. Cada noche su grito desgarrador acompañaba a los humanos del valle, que ya se habían acostumbrado a oirlo, aunque los mayores se guardaban bien, y los amantes regresaban a sus casa, antes de la medianoche, pues el miedo rondaba sus corazones.

En la desesperación, a la siguiente luna llena, se acerco a Idril. Y comenzó a su susurrarle palabras de amor al oído.

— No me conocisteis mi hermosa hada, pero yo os vi. Me llamasteis y acudí desde las lejanas tierras en las que mi corazón desterrado habitaba —le fue diciendo mientras sus manos, recorrían la fría piedra en la que se hallaba convertida nuestra hada— No me atreví a deciros lo que no sabia que debía hablaros. No quise ver el orgullo que me quemaba, ni supe ver los peligros que nos acechaban, por culpa de mortal y humana alma.

Sus manos, siguieron acariciando la dura piedra, y su llanto de amor fue compañera del viento. De repente, las lagrimas de Amrod, surgieron de sus apagados ojos, recorriendo las facciones endurecidas por la tristeza de días pasados, hasta caer al vacio.

— Ahora os digo, mi amor, que mi mayor castigo, es no permanecer junto a vos, sabiendo que no dije, lo que quería decir, y ser responsable de vuestro maleficio.
Surgió entonces un viento calido, y la luna hasta ahora escondida entre las nubes de la noche, ilumino a Idril, y de las lágrimas que caían al vacío, brillantes destellos mostraron la oscura figura de Elros, que asistía la escena oculto tras su negro manto.

Las gotas de su amor, golpearon la estatua de piedra, y la tierra tembló a sus pies. De la noche surgieron las hadas del bosque, los extraños seres que Amrod vio en compañía de Idril, enanos, gnomos, hobbits y otras figuras del bosque comenzaron a llegar a su alrededor.

A poco, des lo lejos una corte de elfos se fue acercado desde las tierras de norte y apareció Freyr, el rey de los Elfos, acompañado de miles de elfos blancos a lomos de sus corceles, y junto a él, Euro y sus hermanos Boreas, Cefiro y Noto.

Poco a poco Idril, comenzó a recuperar su figura. La piedra se rompía. Miles de trozos rodaron por su piel y sus alas, cayeron de golpe, quedando en el lugar donde tantos días había permanecido inmóvil.

Sus ojos, miraron tiernamente a Amrod. Sus manos, acariciaron su endurecido rostro, y limpiaron sus mejillas del humedo rastro que aun acompañaba aquellos ojos incrédulos, y de su labios brotaron palabras de amor, que solo Idril escuchó.

Elros terriblemente enojado, vigilaba la escena y trato de impedir que aquellos actos continuaran, y con su mano alzada armada de su terrible espada, y su enorme cuerpo, se dispuso a lanzar un certero golpe mortal sobre los dos enamorados.

—Nogg. Dag gersch ich duram. Böeg dach silôm — Grito el rey elfo.

En aquel momento, un rayo surgido del cielo atravesó el cuerpo de Elros, convirtiéndole en Orco que fue apresado por las huestes imperiales.

— Amrod de Ljösalfheim, una vez fuiste expulsado de la tierras de los elfos, y has vivido desterrado durante muchos años. Una vez más has cruzado la línea de nuestras costumbres, y en tu locura, has sido castigado por un ser despreciable. Sin embargo, interceden por ti, tu espiritu humano, que si bien cruel y extraño, llenas de amor y de esperanza. Son las hadas quienes intercedieron por ti, junto a los krills de estas tierras. Seas pues por siempre humano si así lo deseas y tu inmortalidad a otro destinada.

Queda pues como humano junto a Idril de Tarsatir, si es que ella desea no volver su condición original.

Sus ojos se miraron, y aunque él aun no lo sabía, ella siempre le había amado, en sus sueños. Asintió con sus hermosos ojos, y rodeo su cuerpo con sus brazos al que fundio en un dulce abrazo.

—Si mi rey, así lo deseo. —contesto Idril con su dulce voz—

—Juntos vivireis como humanos, juntos sufrireis las penurias de vuestra nueva raza y juntos moriréis como tales. — sentencio Freyr

Y fue así la luna testigo, de que el primer elfo de nuestra humana historia, confió su amor a una hada de la tierra, y ambos se convirtieron en mortales humanos.
Dicen los mayores y más ancianos del lugar, que aun de noche se escucha en la letanía del valle, el grito desgarrador del Elrod, el orco que vaga solitario por los bosques de Tarsartir, y que cada luna de primavera, su sonido se apaga con la brisa del bosque, que lleva a la gente del lugar un remanso de paz.

Algunos dicen haber visto a Amrod e Idril, juntos pasear por el bosque, pero nadie lo sabe a ciencia cierta, pues ambos decidieron vivir su amor, en el interior de su bosque, junto aquellas extrañas criaturas, los krills. Pero lo único cierto, es que extrañas runas aparecieron desde entonces escritas, allá donde el amor o el desengaño, fueran a llorar sus lamentos, abrazados al bosque de Tarsartir.

Por eso, que en el valle celebremos todos los años, la fiesta del amor, en honor a nuestros protagonistas, convertidos en los únicos humanos, protectores del amor por imposible que este nos pueda parecer.

Así acaba la única historia jamás contada y escrita de Amrod Luacuteinwë y Idril Tasardur.

A quien me robo el corazón…

Images de Matery2007

3 thoughts on “La verdadera historia de Amrod Luacuteinwë y Idril Tasardur

  1. karla

    como puedo activar a mi elfo se yama Edwyn es un elfo bebe me lo regalaron apenas tengo tres dias con el y le doy de comer lo consiento pero no hace nada como le hago mi correo es hanny_bizarre@hotmail.com

  2. yop

    como q te regalaron un elfo??? es como una mascota virtual algo asi????

  3. la loka

    como q t regalaron un elfo ??? es como un tamogochi o algo asi nop??? q extraño.
    seguramente poca jente sabra responderte a esa rara pregunta XD

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