La leyenda negra

En los días que vivimos, de zozobra política, bajo la tormenta inflacionista que augura malos tiempos, viene a mi el recuerdo de la La Leyenda Negra, termino que a su pesar, fue acuñado por Julian Juderías, tras la publicación del libro del mismo titulo, en el albor de la Gran Guerra. Funcionario atípico donde los halla, que se curtió en la España hija del desastre de cuba, fin de una época, que al margen de leyendas negras o áureas, fuera el inicio preparatorio, de la semilla del odio que aun perdura en nuestros días.

La real academia de la lengua, define leyenda negra con dos acepciones, que aun siendo la segunda un matiz o extensión de la primera, me asigno más a mi persona que al contenido de este artículo.

1.- Opinión en contra de los español difundida a partir del siglo XVI.
2.- Opinión desfavorables e infundada sobre alguien o algo, generalmente infundada.

Injustamente, él mismo, fue víctima de su propio libro, pues fue tildado en su época, de reaccionario por otros, de nacionalista, por algunos, y de todo tipo de afecciones políticas, las más de las veces. Podríamos decir, que al mismo le es aplicable su propia leyenda negra.

No fue el primero que hablo en esos términos de nuestra reciente e impopular historia, que en estos días algunos revolucionarios de pacotilla, herederos de revoluciones marchitas, ex-trabajadores de la checa, y guardianes del gulag, con escasa representación en el congreso de los diputados, (eso si achacado a nuestro injusto sistema electoral basado en la Ley de D´Hont) , recrean nuevamente en un sentido tan amplio de la la propia leyenda negra, adornándola de un sentido antiespañolista, tendente a la recogida de votos de una juventud lerda en política, y porque no decirlo, con un nivel cultural que ralla el analfabetismo de otras épocas, con la salvedad de consolas, conocimiento en la preparación de mejunjes baratos a granel, y drogas varias. (Da coraje hablar con jóvenes universitarios de primer año, cuya cultura histórica y política, es nula, ademas de mostrar un deprecio absoluto por mejorar sus conocimientos en estas áreas).

Entre medias, otros, que son herederos de aquellos que permitieron que la legalidad vigente de otras épocas, se diluyeran entre la inestabilidad, los incendios, los asesinatos, permitiendo a los que nos faltan, alzarse en armas, y liar la de Dios es Cristo, y que a dia de hoy, unos y otros se afanan en revertirD en una nueva leyenda negra, cuya memoria historica, es vilipendiada y manipulada, en la dirección de aquellos, que por intereses temporales, requiren de este tipo de manipulaciones para hacernos olvidar otras cosas, que son de libro, y que son pan nuestro de cada día.

Ni unos ni otro son capaces de atender la historia nacional, con la debida objetividad, sin saltarse los periodos oscuros, sin tratar de analizar cuanto de bueno o malo se hizo, y si olvidar el contexto social e histórico del momento. Sin pretender ser dueños absolutos de su verdad manipulada, sin tratar de vendernos su trasnochado boato nacionalista de épocas pasadas, ni su cacareada faceta humanista que solicita el perdón del pecado de nuestros padres, por cuanto hicimos de malo, en un pasado obscuro pero compartido por nuestros socios comunitarios.

Alguna vez, he oído a algún bobo, que quizás después de unos años de juventud mal pagada, alcanzado el estatus burgués inherente a su carrera universitaria y su condición de trabajador cualificado le procuren, cambiara el rojo por el azul, y su pensamiento político, hoy tan revolucionario, que mañana devendrá en ferreo conservadurismo, esputar réprobas palabras de nuestro tiempos en las Américas, afirmando con dolor y hasta odio, que nuestra nación era, como otras tantas veces en tiempos más cercanos, acusado por las naciones civilizadas. Esas mismos que en el mismo plano histórico, estaban dedicadas al pillaje de las costas africanas, a la búsqueda de miseria humana que sirviera las tierras del nuevo mundo. Esas mismas naciones, que cuando nos separaron del mundo, por ser un país dominado por un sistema fascista, concentracionario, y antidemocrático, permitían sin decir ni mu, el aplastamiento de voces populares y masacraban pueblos en torno a maravillosos derechos democráticos, que maquillaban intereses neocoloniales y geoestratégicos.

Nuestro diccionario político, se nutre de decenas de entradas creadas en ese espíritu de confrontación, cuyo significado es más político que semántico: afecto, reaccionario, libertario, desviacionistas, rojo, facha,…

¿Porque no podemos vestir nuestra historia, con al ropa que debe llevar?

Quizás porque no sabemos. Porque solo sabemos estar en un lado ideológico, perdiéndonos los miles de matices que una misma historia, pueda tener a la hora de ser contada.

Y esto, … esto es lo que hace de nuestra sociedad tan diferente de la de otros países europeos. Ni siquiera podemos tener consenso para una letra, para un himno. Nos avergonzamos de nuestra historia, quizás porque la conocemos, escandalosa, distorsionada, cambiante.

Se me olvidaba, que ni siquiera esto puede ser fácil en un país, cuyo nombre, no es el de todos, sino el de unos pocos. Los demás, sólo viven bajo un paraguas obligado, un paraguas con distinto nombre, que no reserva de la misma lluvia, que sin embargo es de todos.

Julián Juderías, La leyenda negra, prólogo de José María de Areilza, Madrid, Swan 1986, col. Torre de la Rebotica, ISBN 84-85595-52-1 Reproduce la edición de 1917.

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