Ir con el higado o con la cabeza
Titulo así este artículo en clara referencia a los comentarios expresados por una (porque eres mujer verdad?) lectora de mi diario, al respecto de como escribo.
Todo ello porque tras los primeros días de mi libertad condicionada, a la benevolencia de la Sala que me condeno, (y fíjese el lector, que me la concede basandome en los mismo preceptos que ahora son interpretados casuisticamente a mi favor, con cierto grado de magnanimidad) que la asocia a la posibilidad de un posible indulto que llevo mas de dos años esperando, y no a los recursos por los letrados que me defienden y representan, en base a un error judicial, los he pasado tratando de rehacer mi rota vida social.
Ahora bien se me plantean desde el conocimiento profesional de los letrados varias opciones:
Cabe la posibilidad de instar una demanda ante el Supremo para que se declare que hubo un error judicial, y, después pedir una indemnización a la Administración. (opción más recomendada)
También es posible pedir la indemnización a la Administración por el anormal funcionamiento de la Administración de Justicia, para lo que no es precisa la previa declaración de error judicial.
Hay otras posibilidades, como demandar directamente a los Magistrados que te condenaron, pidiendo una indemnización, o incluso presentar querella contra ellos por un posible delito.
Demanda contra tu anterior Abogado, en reclamación de indemnización por daños y perjuicios, esta última sin menoscabar cualquiera de las anteriores.
Esta claro que mi hígado me dicta, que porque el mismo que ahora con magnanimidad me da la libertad, quizás en la espera de que este acto silencie mi decisión, teniendo en cuenta sobre todo que cualquier acto por mi defensa contra ellos y sus intereses, podría ser punto de partida para una revocación de mi libertad, lo que me llevaría a una situación penitenciaria bastante compleja, como incluso podría darse el caso de la regresión de grado.
En la actualidad, la cuestión pasa por olvidar e imputar al desgraciado de mi ex abogado la responsabilidad sobre una defensa nefasta, y el desconocimiento de ley. Pero hay algo que la cultura, y cierto grado de inteligencia dicta, que no es sino la obligación de conocer, aplicar y defender la justa aplicación de la ley de los Magistrados.
Así con estas, me encuentro en la disyuntiva de pensar con el hígado, … o con la cabeza.
Ayudar a que la espada de Damocles que aun pende sobre mi cabeza, no ceda y termine cortando mi libertad, o bien, exigir lo que la sociedad en su justa medida me exigió a mi una y otra vez con tal mala fortuna para mi y los mios. «Si avanzo, seguidme; Si me detengo, empujadme; Si retrocedo, matadme»
Comandante Ernesto Guevara de la Serna (1928 – 1967)
NO VENGAS EN NAVIDAD No vengas, Navidad,que es muy temprano todavía,las madres están temblando en el sol del mediodía y los niños en las calles vagan solos, sin comida y el campesino, aunque quiera,no puede deletrearte en las vitrinas. No vengas, Navidad,como insulto a la pobreza,no llenes de caros licoresa los ricos de la empresa,ni ufanes a sus señoras con perlas y con diamantes. No vengas, Navidad,ten compasión, no vengas. No queremos combinaciones de contrastes humillantes con sedas finas de china y manta vieja y zurcida,con pavos de muchas marcas y sal en una tortilla. No vengas, Navidad,danos un tiempo todavía,recuerda que existen muchosque sufren con tu venida sacando de sus pañuelos monedas envejecidas para comprarle al mundo una parte de tu alegría. Recuerda que somos tantos sumidos en la miseria y anhelamos saborearte con bebidas y con torrejas,con juguetes y conservas,para que nuestros hijos sientanel calor de Noche buena en la pólvora sonora que los ricos siempre queman. No te muestres, Navidad,en pléyades de alegres venaditos portando juguetes, campanillas y trineos por las residencias de los niños ricos;tu presencia entre los nuestrostodavía no concibeque se afame en los estantes luminososa un San Nicolás de lanas revestido y se margine de realezas al glorioso desnudo Niño Dios con frío. No vengas, Navidad,no te entendemos todavía
ABOGADOS DE OFICIO
Se habla tanto de la labor de los abogados de oficio, ahora hablan acerca de la ley 29360 y la verdad que no unico que siento es pena, pena por mi por no haber hecho algo más cuando pude, pena por los que aún estan en posición de poder cambiar las cosas para bien y no lo hacen y tristesa por los que como yo ahora son encontramos sin defensa alguna ante una cantidad inmunerable de jueces, vocales, fiscales, procurados que no les importa en que forma es que ellos aplican las leyes sino como logran sentenciarnos cada vez con penas mas duras, aunque solamente hubiera sido la participación ser un chofer o ser el cabeza de proceso, ya que para ellos no existe diferencia como tanto pregonan, no, la verdad es que cada vez más ellos lo único que demuestran es que a todos por igual quieren sentenciarnos a la mayor cantidad de años posibles, para ellos es como dice la doctrina del Derecho Penal del Enemigo, la única manera de combatir con el crimer y el delito es encerrarnos y olvidarnos en el interior de los penales.
Pero y donde quedo nuestro derecho constitucional de la resocialización, rehabilitación, reinserción del penado a la sociedad; simples palabrerias solamente, simple palabrerias, que yo en algún momento ayude a formular, simples palabrerias que cada día que las vemos escritas en las leyes, en la constitución, no nos hacen mán que llorar y sufrir, ya que sabemos que nunca se van a cumplir.
Es que la soga siempre se rompe por el lado más debil y la verdad es que ya estoy cansado de que siempre sea así, son muy pocos los que en verdad delinquen que se encuentran en prisión, si en la realidad se encontraran presos todos aquellos peruanos que de alguna u otra forma delinquen, y según las leyes actuales deberían de cumplir una condena, no solamente tendriamos un hacinamiento en los penales, sería practicamente insostenible; pero lo que es peor es que los abogados de oficio no realizan bien su labor, a los presos nos olvidan, no les importa que es lo que le pase al interno, si es sentenciado o no, son poquisimos casi ninguno los abogados de oficio que cumplen su labor correctamente.
Aun no me acuerdo quien fue el que dijo, el desarrollo de un país se reflexa en la forma en que maneja a sus presos, tenía toda la razón, ya que sin abogados de oficio eficientes, sin un trato humano en las prisiones, sin una verdadera resocialización, y un plan de reinserción la delincuencia seguira creciendo. Y sobretodo un plan para prevenir la delincuencia, no basta con simples spot publicitarios, lo que en verdad se requiere es, educación, salud y trabajo.
La primera diferencia que existe entre un policía y un delincuente es que mientras un policía es siempre un policía, un delincuente no es siempre un delincuente. Este principio —además de ser la razón por la cual, entre guardias y ladrones, predominan los primeros— resulta tan evidente que apenas necesitaría explicación, pero no ha sido muy considera do por las más extendidas teorías sobre el fenómeno de la delincuencia.
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. En este sentido, más que hablar de «desorden» al referirse al problema de la delincuencia, habría que ha blar de «orden social diferenciado».
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Quizás sea en este punto concreto, el de la confrontación del delincuente con el sistema de control legal, donde este libro resultó más revelador y se aprecia más su importancia histórica. Se nos presenta aquí una situación en la cual hay un convencimiento extendido entre todos los ladrones profesionales de que, si son detenidos, conseguirán librarse pron to mediante prácticas de corrupción. Los abogados dedica¬dos por entero a su defensa se sirven de los agentes de poli cía, con los que están en contacto permanente, hasta el punto de que son esos agentes quienes muchas veces les suministran los clientes. Si el «problema» no se solucionara en la instancia policial, el aparato judicial ofrece el suficiente ni vel de elasticidad como para buscar en él un arreglo. Esto es tanto más fácil en el sistema americano como que la posibilidad del plead guilty (defenderse como culpable) ofrece la ocasión de pactar con el fiscal una pena reducida, extendiendo así al nivel jurisdiccional una clase de componendas que en muchos países se dan desde luego a nivel policial, donde con¬ fesiones amañadas, confidencias no escritas o puntuales in dicaciones por parte del detenido le pueden valer la libertad o una inculpación benevolente. Todas estas prácticas contribuyen a que el delincuente mantenga la convicción de que «los representantes de la Justicia sólo van a lo suyo». El robo es así un oficio como otros, ni más ni menos digno que el del abogado cohechador o el de funcionario sobornable, pero con la particularidad de que resulta algo más arriesgado pues un trance de mala suerte o una caída en desgracia puede su poner la cárcel.