Me siento engañado, traicionado, estupido
Mientras pasan los días, me doy cuenta de la dura lección que he tenido que aprender una vez más por confiar en las personas queridas, en aquellas que no pensaba, que me la iban a jugar.
Atrapado en la vorágine de dar orden a la administración de mi empresa, me viene al recuerdo las palabras que algunas personas tuvieron de otros que con anterioridad ocuparon su puesto.
Ahora descubro, triste por lo que supone, que en quien yo confie, no supo hacer su trabajo, y por añadidura yo hice mal el mio, por no haber tomado la decisión a tiempo. Que lo que se hablaba mal de otros, se pudo aplicar al uno. Debía haber tenido la objetividad necesaria, sin la prisión de los sentimientos, haber escuchado a quien me reclamaba una visión real de la situación de las cosas en cuanto al asunto administrativo.
Cuando finalice la reoganización de la administración, tengo claro lo que nunca más me volverá a pasar: mezclar la familia y amigos con los negocios, pues uno pierde ojetividad, distancia con la realidad, y se convierte en un ciego que defiende la obscuridad que le lleva al abismo.
Más de 3.000€ en planes de alojamiento y dominios, no facturados o facturados erróneamente, errores administrativos que sopnen un varapalo fiscal, horas de trabajo que a la postre, resulta que lo que dos personas hacían lo hace una ahora, y sobra tiempo para atender cuestiones técnicas.
Encima, en breve, se que me llegaran las demandas y otras historias, mientras alguien vive del cuento, que repetirán una vez más, la sensación de la conjura de los necios.
Y esta vez, el necio, soy yo, pero no lo volveré a ser nunca más.