La prisión de la esperanza

Hoy me ha dicho alguien que me quiere mucho, lo que no quería oír, lo que no ya sabía y no quería saber. Que me iban a hacer daño mucho daño, que me iban a joder y a base de bien.

Hace ya tiempo, mucho tiempo atrás, cuando estaba sumido en mundo de tinieblas, cuando vivía a lomos de la desesperanza, cometí muchos errores. No fui el único, pero fui aquel pago el más alto precio de cuantos me acompañaron.

Hoy me han dicho que no puedo seguir así, que día tras día, la depresión me roba la vida, día tras día caigo a los más profundo de una abismo de difícil salida.

Así pues, hoy hable con el abogado, y preparé las cosas para no esperar más.

Basta ya de hipocresía, de teléfonos que no son contestados, de mensajes no recibidos, de días de oscuridad, de un amor acongojado por el odio de mi enemigo. Adiós abogados que no responden a los llamados de la cordura, por oren de su representada.

Volveré a construir un muro de olvido, una callo en mis sentimientos, que me aleje falsamente de mi desdicha, pero me permita seguir mi camino, con la cabeza alta y la fuerza necesaria para construir, ese muro y mi propio destino.

Cada trozo de barro cocido que conforme ese muro, estará alimentado con el fuego del odio, del dolor compartido por mi y por mi hija, de la ausencia no deseada que a ambos nos han impuesto.

Un día, ese muro será destruido, y cada ladrillo será explicado, cada ladrillo supondrá un trozo de amor correspondido, que muchas personas no podrán explicar por mucho que deseen disfrazar la verdad.

El odio tornara esperanza, y producirá angustia y malos sentimientos en aquellos que permitieron que se alzará tan ignominioso objeto.

Será ser alto y fuerte, tan alto y tan fuerte para hacer que los sentimientos y el dolor de la ausencia no provoquen en mi, el desfallecer de mis días. Tan fuerte será que me hará casi olvidar, sentir, amar, desear.

No es la primera vez que tengo que construir algo así.

Quien me conoce sabe que lo hice otras veces, y lo único que quedo, fue el odio apagado que siento hacia personas, de las que su nombre a penas dice nada, excepto la más cruel de mis indeferencias. Quedo la verdad, desnuda y dolorosa, de realidades que son difíciles de engañar. Quedo el tiempo perdido. Pero volvió a nacer, una vez más el amor que me robaron.

Adiós depresión, adiós.
Adiós hija, adiós.
Adiós amor, adiós.

2 thoughts on “La prisión de la esperanza

  1. manly

    El odio sólo engendra más odio.
    En la vida hay que luchar por lo que se puede cambiar y asumir lo que no se puede, sólo así se avanza pero no haciendo un muro porque eso es engañarse a uno mismo.

    Los sentimientos no son tan fáciles de dominar que se pueda decir, «ale hago un muro y los dejo atrás» no, los sentimientos nos acompañan porque son parte de nosotros mismos. Lo que hay es que aprender a dominarlos y no dejarnos arrastrar por ellos.

    La vida está hecha para vivirla, y hay que continuar, y a estas edades, tu, yo y todo hijo de vecino, llevamos equipaje, cada uno el nuestro, no te creas que sólo te pasan cosas a ti, nos pasan cosas a todos y a cada uno nos duele lo nuestro y nos parece lo más grave, pero aprendemos a vivir con ello.

    Mi querido Marco, el esfuerzo a lograr no es el de poner ladrillos para hacer un muro, el esfuerzo es el de aprender a vivir con la historia que nos ha tocado.

    Un saludo.

  2. specka

    Los muros me permiten alejar el dolor de unos sentimientos que solo hacen daño al no poder compartirlo con la ausencia del que amas.

    Cada uno busca sus formas, las tuyas buenas son para ti, las mias, me dieron resultado ha mi, con estas cosas y con otras.

    No hay formulas mágicas para todos, pues tu y yo somos distintos, como cada hijo de su madre y de su padre.

    La vida la continuo, escondiendo lo que me hace daño, pero a sabiendas que un dia, ese muro caera, y cada ladrillo tendra una historia, que alguine no podrá explicar, que algunos no podran ocultar.

    El oido i me merece la pena cuando pasa el tiempo, y lo dejo en cada uno de esos ladrillos, para que no empozoñe mi corazon. A fin de cuentas, los pobres de espiritu, los faltos de corazon, son los que viven del odio, de ese odio, que aleja el amor de un padre por una hija. Esos si que son pobres infelizes que nunca conoceran el verdadero amor. Solo seran plañideras de funeral, alegres de festividad señalada, y buitres en la puerta del notario cuando el testamento de sus seres queridos tiene que leer.

    Que pena. Pero esa,.. esa no es mi pena

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