Ciento veinte (120) minutos
Ciento veinte (120) minutos de Libertad. Minutos de eternos segundos, que ha llevado a mi espíritu a todo mi ser, al paroxismo de los sentidos. Un momento robado al infierno, un instante de última libertad, un tiempo para un cupido satisfecho.
Esos han sido mi amor, mis ciento veinte minutos.
Blancas paredes, iluminados por las luces y sombras, de una primavera cerrada, de pura piedra, adornada de jara.
Un instante de intimidad, un instante de pasión, un instante de amistad, conformaron un único espacio de nuestra libertad.
Libertad quebrada que no arrebatan aunque quiera, el poder del amor, la fuerza del cariño.
Instantes robados al desencuentro, al olvido, al recuerdo del daño ofrecido de una injusta justicia. Son movimientos de la aguja, que no serán vistos, que no tendrán barrotes ni nadie podrá encerrar jamás.
Tic, tac, tic, toc. Ciento veinte minutos que marca el amor en un reloj.
Una vuelta a la cruda realidad.
Perdónales, qué vergüenza que hayan terminados nuestros minutos dejándote encerrada, haciendote partícipe del dolor que yo pago. Qué falta de ética, de moral! Por parte de aquéllos que se suponen, me han de reeducar.
Pero no importa ¿verdad mi amor?
Nadie podrá robarnos ya, nuestros ciento veinte minutos de amor.