Transformers, una nueva generación de compradores compulsivos
En pleno apogeo consumista, basado en el invento cristiano de la navidad, que además ahora se tambalea nuevamente por la postura papal respecto de la ubicación del supuesto nacimiento de Jesús, en Nazaret (el cabreo que tiene los habitantes de Belén es de marca mayor, pero ya sabemos que la supremacía papal es incontestable [Pastor Æternus]) me doy más cuenta de cómo hemos llegado a una generación Transformer.
Léase el artículo de la Wikipedia sobre la Navidad o sumérjase el lector por una búsqueda en Google sobre la misma palabra y descubrirá otro mundo diferente al que nos venden durante nuestra tierna e inocente niñez
Hace 20 años, las cosas de marca, se pagaban, no solo por la marca sino porque por lo general, ofrecían una durabilidad y garantía superior a las de otras marcas. Los coches duraban y duraban, los ordenadores incluidos sus discos duros, duraban y duraban, todo era fuerte y duro. Existía incluso una boyante industria terciaria de reparaciones y servicios técnicos o casi inexistentes y sustituidos por las Oficina de Reclamación del Consumidor.
Hoy, nos enfrentamos a un mundo de amantes de los Gadgets, rodeados de nerds, alternativos, frikis, ecologistas de salón, y otro tanto de tribus de nombres impronunciables, aferrados a una nueva visión consumista que nos ha sido implantada a base de marketing y publicidad durante los últimos años. Los nuevos productos, no están diseñados, ni para durar, ni para que su propietario desee que duren. Esta para mi entender tiene su máxima expresión en la película “Transformers”.
Todo lo que compramos, es una autentica basura por lo general, cuya durabilidad ya no llega casi nunca a los dos o tres años. Bien por lo obsoleto del producto y la necesidad que nos impera en los sentidos, que de forma alarmante nos hace comprar el nuevo producto del mercado.
Por otro lado, cargados de imágenes publicitarias lacrimógenas, respecto del tercer mundo, que junto a los programas maratón recaudatorios de estas fechas, nos muestran el lado insolidario de los países ricos, que sólo sirven para mantener a un ejercito de yuppies directivos con master en Dirección de Empresas No Gubernamentales, armados con sus iPhone, y sacarnos unos cuartos a modo muy similar a la cuota terrenal que nuestros mayores, pagaban a la Iglesia por aquello de ir preparando nuestra parcela hipotecada en el paraíso celestial (y algunos todavía lo hacen).
Es curioso como casi todas las religiones monoteístas contemplan en sus idearios y sus fiestas, la obligación de ser generoso en determinadas ocasiones con los que no gozan de nuestro estado social y económico. Por ejemplo, ahora, en plena Fiesta del Cordero (Id El Kebir o Id El Adha) de la religión musulmana, las familias reservan dos terceras partes del cordero para aquellos menos favorecidos. Parece pues, que todas las religiones aprovechen cierta necesidad de complacencia personal y espiritual, inherente en el ser humano.
Al mismo tiempo nos hacen olvidar, que la mayor parte de la producción consumida, proviene de países donde el respeto por los derechos humanos, las condiciones laborables inhumanas, y el agotamiento de sus recursos naturales, es la moneda de cambio de nuestra feliz existencia consumista.
Existe multitud de movimientos anti-publicidad, como el R.A.P. (Resistance a L’Agression Publicitaire) y otros muchos, que al igual que otros movimientos sociales actuales, son agrupados desde la izquierda más violenta a la derecha más purista y casi fascista disfrazada de colores bonitos. Algunos, como Red Retro con su cambio de nombre a estaciones de Metro de Madrid, aportan al menos un momento de alegría y descanso visual, para las sufridas personas de Madrid, que son bombardeadas con publicidad desde que se levantan hasta que se acuestan.
Así las cosas, los ejecutivos pensantes de las empresas de publicidad global, unidos a sus expertos de marketing (el arte de vender lo que no necesitas mediante la creación de tu necesidad) están creando una nueva generación de jóvenes transformers. Las campañas subrayan los valores existenciales del Ser, del Parecer en una relación casi necesaria con el Tener. Se hace hincapié en lo existencial, la identidad, el estilo, lo osado y diferente.
Fast Consumer, el nuevo estilo de vida, hermano menor del Fast Food.
Fast, Fast, Fast,… así de rápido vamos hacia nuestro paraíso terrenal.