Redada, tiempos difíciles, tiempos extraños, 1980
El Campo del Gas estaba frío, el una mañana de domingo de mediados de marzo de 1980, finalizando un invierno de rigor, en el que poco a poco se mostraban los primero brotes de una primavera venidera. Sobre el asfalto, yo era un pobre muchacho de apenas catorce años, que asustado por los últimos acontecimientos, caminaba tembloroso. No en vano fue allí donde aparecieron por última vez las fuerzas de seguridad del futuro, en una redada cruel y sangrienta tras la cual desaparecieron alguno de mis ídolos y amigos.
Nada me importaba, pues necesitaba cambiar algunos comics, y cintas que conmigo llevaba, y el mejor sitio para ello era la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo. En mi bolsa de deportes llevaba todo aquello que había conseguido durante la semana, mio y de otros colegas. Lo justo para poder cambiarlo, para poder seguir devorando aquellos Comics que tanto nos gustaban, pero tan caros nos parecían, para nuestra paupérrimas economías.
Ya en la plaza, busque desesperadamente, pues encontrar La quinta Esencia dibujada por Moebius, que por aquel entonces llenaba con pasión mis momentos de púber. No encontrándolo, me tope sin querer con un amigo, que entre sus manos tenia, un recopilatorio de RanXerox. Joder que bonita estaba Lubna (La verdad es que Liberatore y Tamburini habian fabricado la chica de mis sueños en aquellos momentos). Solo había una niña-mujer que me pusiera mas cachondo que ella, y no era otra que Kampanilla, la novia de Peter Punk, a la cual veía con asiduidad en El Víbora, que era la revista que yo me permitía comprar, mientras que mi colega Manolo se encargaba de 1984, y Paco compraba Creepy o el Cimoc.
Que podíamos hacer si nos gustaban Richard Corben, Milo Manara, Nazario, Montesol y otros muchos. Algunas veces hasta llevaba los Jabato y los Capitán Trueno, al lado de algunos de Hazañas Bélicas, con tal de poder conseguir algún recopilatorio interesante, de aquellos que costaban lo que mi madre ganaba en dos o tres días de jornada.
Ya en mis manos conseguido RankXerox, de repente apareció el túnel de luz, anuncio del terror que después vendría. La gente agolpada entre las calles del rastro comenzó a gritar, a correr desesperada.
Llegaban las Fuerzas De Recaudación Inmediata, de la $eguridad General de la Anticultura y Emolumentos, a través del túnel del tiempo. No era la primera vez, pues desde hace un tiempo venían a cobrar los derechos futuros sobre ideas, cultura, calculadora en mano, legislación en la otra, y una machacante musica que decía «Ave María…»
La locura se apodero de todos, y a mi lado vi como corrían, mis colegas del rollo (que luego algunos llamarian Movida Madrileña), los mayores, como solíamos llamarlos los peques del barrio. MacNamara, Pedro, Alaska, y otros muchos. Incluso vi entre las ruinas de un portal al rey del pollo frito, entre litros de alcohol y otras cosas más que corrían por sus venas.
De repente, el Gran Capellán de la SGAE, se planto junto a él, y pude ver como le toco con la Calculadora de Mando, diciéndole con voz rasgada y autoritaria «Ven… conviertete», mientras a su lado, un ricitos recién pelado, le decía «Cambiar dos veces el mismo cómic es un delito»
Nunca mas le volví a ver.
Aquella musica infernal machacaba una y otra vez nuestros oídos, destrozandonos las neuronas, mientras corríamos como locos, tratando de escapar de aquel infierno de impuestos, de musicas enlatadas, de estúpidos gregarios de la palabra del gran maestre de la sociedad, que no cesaba de repetirnos «Piratas, piratas, piratasssss…..»
En aquel momento desperté. No era sino un sueño que me devolvía a la cruda realidad, empapado en sudor, acojonado por el recuerdo de mi infancia destrozado por la interrupción de extraños elementos, que día tras día, veo en los medios de comunicación, en los abusivos precios de una cultura que sobrepasa los limites de un precio justo de mercado.
Me devolvió a la cruda realidad. La realidad de un país donde la cultura, cuesta el doble que otros países de Europa, donde con el doble de salario mínimo, un libro cuesta la mitad que en el nuestro, donde un disco cuesta lo mismo que un tercio de cerveza, donde los artistas, algunos, los más «comprometidos» parece que tiene un apéndice llamado «calculadora», y donde últimamente ser artista, es algo que solo algunos que salen en la tele, pueden decir que lo son.
Uf voy a vomitar, que me he puesto malo solo de pensarlo. Por cierto… tienes «El perfume» de Milo Manara? Te lo cambio, … bueno no que es ilegal.